Hoy os quiero presentar una fábula de autor desconocido, que me han contado en un curso que estoy haciendo de Formación para Educadores- Proyecto de Educación Afectiva y Sexual.
Me gustaría que la leáis porque es muy enriquecedora, y nos hace reflexionar cómo debemos tratar y formar personas con valor infinito. Porque todos tenemos un valor infinito, y hay que formarlo desde la infancia. Nosotros como educadores podemos ayudar a nuestros hijos a conseguirlo.
Érase una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho malherido. Se lo llevó a a su casa, lo curó y lo puso en su corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos ya a comportarse como estos.
Un día un naturalista que pasaba por allí le preguntó al granjero:
-¿Por qué este águila, el rey de todas las aves y pájaros, permanece encerrado en el corral con los pollos?
El granjero contestó:
-Me lo encontré malherido en el bosque, y como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, no ha aprendido a volar. Se comporta como los pollos y, por tanto, ya no es un águila.
El naturalista dijo:
-El tuyo me parece un bello gesto, haberle recogido y haberle curado y cuidado. Además le has dado la oportunidad de sobrevivir y le has proporcionado compañía y el calor de los pollos de tu corral.
Sin embargo, tiene corazón de águila, y con toda seguridad, se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece se le ponemos en situación de hacerlo?
-No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo hubiese hecho. Yo no se lo he impedido.
-Es verdad, tú no se lo has impedido, pero como tú muy bien decías antes, como le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñamos a volar como las águilas?
-¿Por qué insistes tanto? Mira, se comporta como los pollos y ya no es águila, qué le vamos a hacer. Hay cosas que no se pueden cambiar.
-Es verdad que en esto últimos meses se está comportando como los pollos. Pero tengo la impresiónd e que te fijas demasiado en sus dificultades para volar. ¿Qué te parece si nos fijamos ahora en su corazón de águila y en sus posibilidades de volar?
-Tengo mis dudas, porque ¿qué es lo que cambia si en lugar de pensar en las dificultades, pensamos en las posibilidades?
-Me parece una buena pregunta la que me haces. Si pensamos en las dificultades, es más probable que nos conformemos con su comportamiento actual. Pero ¿no crees que si pensamos en las posibilidades de volar esto nos invita a darle oportunidades y a probar si esas posibilidades se hacen efectivas?
-Es posible
-¿Qué te parece si probamos?
-Probemos.
Animado, el naturalista sacó al día siguiente al aguilucho del coral, lo cogió suavemente en brazos y lo llevó hasta una loma cercana. Le dijo:
-Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo.
Estas palabras persuasivas no convencieron al aguilucho. estaba confuso y al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos. Creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó el aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:
-Eres un águila. Abre las alas y vuela. Puedes hacerlo.
El aguilucho tuvo miedo de nuevo se sí mismo y de todo lo que le rodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando, miró al naturalista y saltó una vez más hacia el corral.
Muy temprano al día siguiente el naturalista llevó al aguilucho a una elevada montaña. Una vez allí le animó diciendo:
-Eres un águila, abre las alas y vuela.
El aguilucho miró fijamente los ojos del naturalista. Éste impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:
-No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas. Pero ya verás como vales la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además estos días pasados, cuando saltabas pudiste comprobar qué fuerza tiene tus alas.
El aguilucho miró alrededor, abajo hacia el corral, y arriba hacia el cielo. Entonces, el naturalista lo levantó hacia el sol y lo acarició suavemente. El aguilucho abrió lentamente las alas y finalmente con un grito triunfante, voló alejándose en el cielo. Había recuperado por fin sus posibilidades.
Después de este bonito relato, cada uno puede sacar sus conclusiones. El valor infinito de una persona se descubre con el amor de otro. Y hacen falta dos cosas: quién te quiera bien y quién te guie en tu camino. Por eso es tan importante que guiemos a nuestros hijos, para sacar todas sus posibilidades y su valor infinito como personas.
Espero que os haya gustado.
Nines Mandiatoys
www.mandiatoys.com
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