Cómo enseñar el placer de comer a los niños.

Muchos niños comen estupendamente desde que nacen, en cambio otros no son iguales, y comen como "pajarillos", y nos presentan una batalla incansable en las horas de las comidas. Para esos casos me he animado a escribir este artículo, para ayudaros a evitar esa batalla diaria.

La alimentación de los niños está muy relacionada con la madre, ya que en el momento del nacimiento empiezan a mamar de su pecho, y ahí empieza la relación comida-madre. Por eso en la mayoría de los casos, los niños que comen mal, es porque pagan sus enfados de esta forma con sus madres. Cualquier cambio en sus rutinas, cambios de casa, inicio de la guardería o embarazo de un hermanito, entre otros muchos motivos, pueden dar paso a esa pérdida de apetito. Por eso es muy importante la actitud de los padres a la hora de las comidas. Dejando de lado cuando están malitos, que es normal que no coman bien, y no debe preocuparnos, porque luego lo recuperan enseguida.

Cuando son muy pequeños debemos ser capaces de tolerar al niño su necesidad de "jugar" con la comida, procurando no ser excesivamente autoritarios, para que ellos aprendan el disfrute de comer. A un niño de uno o dos años, le resulta bastante pesado portarse bien en la mesa y estarse quieto durante mucho rato, y debemos ser un poco condescendientes. Está demostrado que los padres que crean un buen clima en la mesa y disfrutan de la comida, tienen hijos que comen mejor.

Es mejor preocuparse de que la hora de la comida sea un rato agradable, para pasar en familia, y de tranquilidad, que un suplicio para el niño, porque ningún niño se muere de hambre en nuestro entorno. Y esperar a que sea mas mayor para explicarle cómo debe comportarse en la mesa. Y con paciencia todos lo aprenden.

Por eso os animo, para que vuestros hijos sean buenos gourmets, a que el rato de la comida sea para estar en familia, todos sentados en la mesa, que nos vean disfrutar con lo que hacemos, porque esa es la mejor manera de enseñarles. Que aprendan que comer no es sólo una necesidad, si no también un momento del día muy placentero para compartir todos juntos.